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Las locas aventuras de Fura (el ultimo macarra sentimental) |
Cuentos y relatos para no dañar las neuronas propias ni ajenas. Total...nadie me va a creer!!
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La vera historia (III)
Prolongose nuestra estancia màs de lo esperado debido a las riquezas de todo tipo de aquel mundo e a la necesidad de cartografiar aquellas maravillosas orillas. Alcanzamos, un poco màs al norte, unas costas llenas de mosquitos e otras alimañas, que junto con la dificultad de los enormes pantanos diezmaron buena parte de nuestra tripulaciòn. Ni siquiera fuimos capaces de tener contacto con quienes pudieran malamente habitar aquella parte del infierno encarnada en espesa selva (*con el tiempo la llamarìan Belize). Marcamos bien en el mapa aquella deplorable zona al norte de Nueva Cartago para que ningùn buen cristiano volviese a perecer allì por culpa del desconocemento de los peligros que entrañaba. Yo mesmo guardè copias de aquellas cartografìas. Llevàbamos en esas nuevas tierras ya màs de un año, e ya habìa comenzado yo a olvidar el reino de Galaecia, mi nombre ( El FURA me llamaban) y hasta los santos de la Santa Madre Eclesia. El hastìo y el olvido habíanme hecho descuidar mi aspecto, luciendo mi cara una frondosa barba con incipiente canosidad. Moviò la curiosidad por mi pelo a acercarse a una bella muchacha aborìgen, con quien en poco tiempo establecì amistad y relaciòn no precisamente espiritual, lo cual fueme acercando poco a poco a aquellas humildes e hospitalarias gentes, de tal modo que me iniciè en el conecemento de su cultura y me gane el su respeto. De aquesta manera, eran raras las ocasiones en que estaba con los hombres de Colon e mucho maior el tiempo que permanecìa con los nativos. Pareciole bien esta circunstancia al Almirante, pero no asì a su hijo e a Dn. Gonzalo de Tuy, capitan de las fuerzas militares de la nave. Era, este ùltimo, un hombre aùn màs pendenciero que yo, reclutado por su capacidad de mantener unidas las fuerzas a su mando con la ayuda de su caracter despiadado. Fuera por su obsesiòn o por su caracter, pareciole que mi conducta era peligrosa e un mal ejemplo para los demàs hombres de la nave, e durante una de las mis escasas ausencia del pueblo, pasò por las armas sin pedad al jefe de aquella gente e más a toda la familia de la muchacha que conmigo compartiò por tan breve tiempo su vida. 2003-06-20 | Lo dice PaCotilla a las 06:27 | 0 Comentarios | #
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