Las locas aventuras de Fura (el ultimo macarra sentimental)

Ni Reyes ni Magos: eran CIENTIFICOS

Cada año, llegadas estas fechas, leo a mis hijos un manuscrito de nuestro antepasado San Fura, acerca de la verdadera historia de los Reyes Magos de Oriente (que ni eran Reyes, ni eran Magos ni iban de Oriente).

Viene el tal manuscrito a contar cómo de camino a una reunión científica convocada en Jerusalén, juntaron sus pasos para mayor seguridad tres galenos, famosos en todo el orbe por su capacidad de sanar cuerpos y mentes. El primero era un viejo médico griego, de barba canosa y buen comer, con enormes conocimientos en el uso de los coloides, en especial del oro (aunque también de la plata y el cobre), el cual era capaz de obtener por un método físicoquímico, y que servía para curar cualquier enfermedad infecciosa, por extraordinaria que fuera.

El segundo era un médico Egipcio, moreno y enjuto, con enormes conocimientos sobre el Kifi o resina de Olíbamo, también llamada Incienso, de la que sabía cientos de preparaciones diferentes, con múltiples propiedades sobre la mente y sus enfermedades. Con ellas realizaba sahumerios tanto para inducir sueños o estados mentales superiores, narcolepsis o curaciones de males psicosomáticos.

El tercer galeno procedía de lejanas tierras, al sur de Egipto; era el más jóven y su piel negra había sido quemada por el mismo sol que provocaba la segregación por ciertos arbustos del noreste de áfrica de una resina que llamaban Mirra, rica en serquiterpenos. Tiene efectos analgésicos tan intensos (similares a la morfina) que, mezclada con vino (vinus mirratum), es capaz de hacer soportar a quien la toma períodos intensos de ayuno, dolor o ansiedad.

Estando cerca ya de Jerusalén, decidieron descansar en el pequeño pueblo de Belén, dónde, ya de noche, hubieron de atender un complicado parto de una pareja que estaba de paso, quienes pusieron en conocimiento de los galenos su miedo a que el cruel Rey Herodes acabara con la vida del recién nacido. Convencidos los médicos del trágico final de aquel niño, y de acuerdo con los padres, decidieron llevarlo con ellos hasta que cumpliera los diez años, momento en que, tras haber completado la mayor parte de una intensa instrucción en medicina y todo tipo de ciencias asociadas, volvería con sus padres.

Así se hizo, y completado el retorno a su hogar a los diez años, son de común conocimiento los avatares que siguieron en la vida de aquel jóven científico y su trágico final (¿) trás una breve incursión política que no sentó muy bien al Procurador Poncio Pilatos, especialista en violar las leyes judías, que lo utilizó como chivo expiatorio para calmar una revuelta por culpa
de un acueducto hecho con dinero ajeno.

En cualquier caso, siempre le fueron muy útiles las enseñanzas de sus tres mentores, por lo que se sospecha que las usó con destreza para simular su muerte y poder escapar así de los romanos y los judíos a un tiempo.

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